lunes, 30 de noviembre de 2015

SAULO DE TARSO

 



Pablo de Tarso, originalmente Saulo de Tarso o Saulo Pablo, nacido entre los años 5 y 10  d. C., en Tarso de Cilicia (actual Turquía centro-meridional) y muerto martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma, es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol, y constituye una de las personalidades señeras del cristianismo primitivo.
De sus epístolas auténticas surge que Pablo de Tarso reunió en su personalidad sus raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica y su reconocida interacción con el Imperio romano cuya ciudadanía —en el decir del libro de los Hechos de los Apóstoles— ejerció. Pablo no cambió su nombre al abrazar la fe en Jesucristo como Salvador de los gentiles ya que, como todo romano de la época, tenía un praenomen relacionado con una característica familiar (Saulo, su nombre judío, que etimológicamente significa ‘invocado’, ‘llamado’), y un cognomen, el único usado en sus epístolas (Paulus, su nombre romano, que etimológicamente significa ‘pequeño’ o ‘poco’).[

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Su conocimiento de la cultura helénica —hablaba fluidamente tanto el griego como el arameo— le permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura por lo que su mensaje cosechó un pronto éxito en territorio griego. Pero esta característica también dificultó por momentos la exacta comprensión de sus palabras, ya que Pablo recurrió en ocasiones a nociones helenísticas alejadas del judaísmo mientras que otras veces habló como un judío estricto y observante de la Ley (1Corintios 9:19-21). De ahí que en la Antigüedad algunas de sus afirmaciones fueran calificadas como puntos ‘difíciles de entender’; 2Pedro 3:15-16 y que hasta hoy se susciten polémicas en la interpretación de ciertos pasajes y temas de las cartas paulinas.


Sin haber pertenecido al círculo inicial de los Doce Apóstoles, y recorriendo caminos jalonados de incomprensiones y adversidades (2Corintios 11:23-29), Pablo se constituyó en el motor de construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced a su talento, a su convicción y a su carácter indiscutiblemente misionero. Su pensamiento conformó el llamado cristianismo paulino, una de las cuatro corrientes básicas del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico.
De las llamadas epístolas paulinas, la Epístola a los romanos  la Primera y la Segunda epístola a los corintios, la Epístola a los gálatas, la Epístola a los filipenses, la Primera epístola a los tesalonicenses (probablemente la más antigua) y la Epístola a Filemón tienen en Pablo de Tarso su autor prácticamente indiscutido. Ellas son, junto con el libro de los Hechos de los Apóstoles, las fuentes primarias independientes cuyo exhaustivo estudio científico-literario permitió fijar algunas fechas de su vida, establecer una cronología relativamente precisa de su actividad, y una semblanza bastante acabada de su apasionada personalidad. Sus escritos, de los que nos han llegado copias tan antiguas como el papiro datado de los años 175-225, fueron aceptados unánimemente por todas las Iglesias cristianas.

Primeros años, educación y estado de vida

Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín (Romanos 11:1; Filipenses 3:5), el libro de los Hechos de los Apóstoles señala además otros tres puntos respecto de Pablo: (1) que fue educado en Jerusalén; (2) que fue instruido a los pies del famoso rabino Gamaliel (Hechos 22:3); y (3) que era fariseo (Hechos 26:5).

La «conversión»

 
Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer». Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
Hechos de los Apóstoles 9:1-9


VIAJES MISIONEROS

A partir del año 46 comienzan los tres grandes viajes misioneros de Pablo

 los recorridos que habría realizado Pablo durante el primero, segundo y tercer viaje, según el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo hacía generalmente sus viajes a pie (2 Corintios 11:26).El esfuerzo realizado por Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Pablo mismo describió en el pasaje siguiente lo que estos viajes implicaron:
En peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
2 Corintios 11:23c-29
 
 En efecto, como viajero desprotegido de toda escolta, sería víctima fácil de bandidos, en particular en zonas rurales poco frecuentadas. Los viajes marítimos no eran más seguros: los vientos podían ser de ayuda proa al este, pero era peligroso poner rumbo a poniente y los naufragios eran frecuentes en cualquier sentido. Aún en las grandes ciudades greco-romanas como Éfeso, Pablo no dejaba de ser un judío, queriendo cuestionar toda la cultura en nombre de quien había sido considerado un criminal crucificado. Ni aun los «suyos» ( los judíos) dejaban de sancionarlo.
 
 
ARRESTO Y MUERTE DE PABLO
 
La última etapa de la vida de Pablo, que abarca desde su apresamiento en Jerusalén hasta su presencia en Roma, tiene como fuente fundamental el relato de Hechos de los Apóstoles 21:27–28:31, aunque el autor de Hechos no trata el deceso del Apóstol.
La cautividad de Pablo en Roma, habría tenido una duración de dos años, tiempo en que el Apóstol no vivió encarcelado sino en custodia lo que, sin embargo, acotó sus libertades.
En cambio, tanto la tradición eclesiástica como los análisis historiográficos y exegéticos coinciden en señalar que la muerte de Pablo acaeció en Roma bajo el gobierno de Nerón, y que tuvo un carácter violento. Respecto de la fecha, existe una tradición de su muerte en la misma época que Pedro (año 64) o un poco más tarde (67).
 
 
 

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